11 de marzo
Falta poco para el toque de queda. Un hombre camina por el vagón escupiendo palabras inconexas. Seguramente, borracho. Las manos, sucias. Justo al alejarse de mí, la marcha se detiene bruscamente y se hace la oscuridad de repente. Se encienden las luces y mis ojos reparan en la mano en el pecho de una mujer. Nos miramos y sonreímos, aliviadas, bajo la mascarilla. El tren sigue parado. El hombre, parado también, comienza su retahíla. Vende clínex a un euro, tiene hijos, es jardinero y tiene carnet de conducir. También acepta comida. De pronto, un fogonazo de oscuridad. Otra vez luz. De nuevo, todo negro. Al fin, se enciende una tenue iluminación de emergencia. En silencio, nos buscamos. "Es la situación más rara en la que he pedido, joder. Si lo sé, traigo mecheros en vez de clínex"..., y el vagón estalla en una carcajada colectiva, y nerviosa.